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El terror no tiene aspecto de payaso sangriento o de cuenta de ahorros sin fondos. No. El terror puro y duro es aquel que experimentarás al enfrentarte a una pila de manuales y conceptos que, por años, han intentado reglamentar el comportamiento de niñas y mujeres como niñas bien, chicas de su casa o señoras respetables. Sin embargo, ¿se han escrito manuales para ellos o conoces a algún hombre que se haya inquietado por no ser “de su casa” o “un chico bien”?

La primera vez que me rompieron el corazón, me dijeron: “Qué pena. Pensé que eras una chica de tu casa”. Viajemos a los años noventa, bajemos el volumen a Smells like teen spirit y dejemos que esas palabras atraviesen a la joven Carmen de ese momento que se preguntaba qué diablos significaban  y, sobre todo, por qué le hacían llorar. Se lo dijo un muchacho del que ella estaba enamorada, pero que había decidido hacerle caso a veces sí y a otras no. La joven Carmen, harta de medias tintas, eligió chaparse a otro chico. Besaba bien el condenado. El muchacho que le puso la etiqueta no se la quitaría jamás y, cada vez que se la cruzaba, le mandaba una miradita irónica que ella aprendió a evitar.

El tiempo pasó, la joven Carmen dejó atrás a Nirvana, conoció nuevas bandas, nuevos bares y nuevos amigos. Destrozó su hígado, pero se ejercitó en cuidar su corazón y trató de entregárselo a muchachos menos imbéciles. La cosa le fue bien hasta que un día, alcanzada la treintena y enfrascada en un pequeño drama romántico burgués, un amigo le dijo que ese muchacho por el que ahora andaba alborotada y con el que se acostaba con frecuencia no la veía como una novia a la que llevar a un almuerzo familiar de domingo. “Es que no eres como su ex. Ella SÍ era una chica de su casa”.

Algo explotó. La joven noventera insegura la visitó. Seguía molesta. La treintona decidió hacerse cargo. El momento había llegado. Es hora de destripar este concepto.

LA CONSTRUCCIÓN DEL MITO CDSC

Hace algunas semanas, hice una encuesta en Facebook preguntando entre mis contactos qué entendían por “ser una chica de su casa”. La mamá de una amiga, una mujer independiente y muy trabajadora en sus sesentas, se sorprendió que en el Perú del 2017 se sigan usando estas palabras. Razón no le falta. Esas cuatro palabrejas encierran mucho, pues es el combo perfecto del patriarcado: hay estereotipo, prejuicio, intentos de dominación.

Al hablar de la Chica De Su Casa (CDSC), estamos ante un “ser” cuya identidad se ha construido a partir de la pertenencia a un espacio, en este caso, el doméstico. Ella ES porque es DE AHÍ. Casi tan espeluznante como lo que relata Margaret Antwood en El cuento de la criada, en donde a partir de un nuevo régimen que nos quita nuestros derechos y libertades, la mujer protagonista del relato deja su antiguo yo para convertirse en criada, abandonando su nombre y adoptando el de su patrón: Offred, literalmente “De Fred” o “De la propiedad de Fred”.

Pérdida de identidad: check.

La idea alrededor de la CDSC incluye una serie de comportamientos y conductas esperados por ser chica y por ser de su casa. La CDSC no solo domina las tareas domésticas: en esta fantasía patriarcal las realiza con gran placer hasta el punto de darle total sentido a su existencia. Iba a bromear con la idea de que tener la casa reluciente le producía orgasmos domésticos, pero el orgasmo en solitario no es propio de una CDSC. Vamos, a mí me encanta elaborar complejas recetas de cocina y tener flores en la sala y organizar almuerzos en casa y tener orgasmos en solitario o acompañada (esto es culpa de Virginia Woolf y su señora Dalloway, pero podemos hablar de eso en otro momento con unas chelas, si quieres), pero yo lo he elegido y no me lo han impuesto “por ser mujer”. Y tampoco considero que estas preferencias me hagan más o menos que otras mujeres. Ser una CDSC, en nuestra sociedad, parece que nos convierte en una mujer 2.0.

Y ya que hemos tocado el tema de los orgasmos, el concepto de CDSC incluye también la regulación de su conducta social y sexual. Conversé con la investigadora Ágata Cáceres, autora de Entre el autoritarismo y la democracia: feminismo, relaciones de género y violencia en la cultura peruana contemporánea (cine, televisión y creación literaria) (Peter Lang, 2017) y, mientras analizábamos esta definición, salieron a flote estos temas:

“La chica de su casa tiene que seguir un patrón de comportamientos aceptado por una estructura o una sociedad bastante conservadora. La iglesia es un factor importante en este concepto en donde si la chica hace o se viste como quiere, habla con quien quiera, se besa o se va a la cama con quien le da la gana, es una chica que no la van a tomar en serio por no ser “material para esposa”. Se habla de ellas como mujeres que terminarán solas. Y te van transmitiendo el miedo de que, si no te comportas de la manera que te exige este concepto, terminarás sola. […] Una chica de su casa no tiene relaciones sexuales hasta el matrimonio, pero ¡oh sorpresa! queda embarazada. Pero si se casa “limpia su nombre” y vuelve a ser una chica de su casa… Ves cómo se van manipulando situaciones y elementos”. 

Control del comportamiento: check.

chica de su casa

¿Y qué pasa cuando la CDSC se casa? ¡Sorpresa! ¡Se convertirá en una señora de su casa! Wow. Revolucionario. La señora de su casa, ya con la venia de la sociedad y de Diosito para tirar sin ser mal vista, mantendrá los mismos comportamientos conservadores que se le exigía a la chica: no salen solas ni se van de juerga hasta el amanecer ni manejan su economía como les antoje ni se emborrachan ni usan minifaldas ni escotazo (¡pa’ qué si ya están casadas!). Y tampoco innovan en la cama, porque la señora de la casa prefiere la postura del misionero y mantener en un volumen discreto los decibelios de sus orgasmos. Y, como buena señora de su casa, deberá reproducirse sin cuestionárselo demasiado (¡sino pa’ que te casas!), y aumentar en uno, dos o tres los 31 millones de peruanos. Pero tranqui, porque cada niño es una bendición-laalegríadelhogaryvieneconunpanbajoelbrazo.

También podríamos hablar de la embarazada de su casa y de la madre de su casa y prolongar esto hasta la desesperación máxima y la calvicie prematura causada por arrancarte los pelos de rabia. Pero quien no se ha desesperado por estas etiquetas y se ha dedicado a estudiarlas usando mujeres famosas es Anne Helen Petersen en su libro Too fat, too slutty, too loud: the rise and reing of the unruly woman (Plume, 2017). Trata de once mujeres que, a ojos de la sociedad estadounidense, son o muy gordas o muy putas o muy ruidosas o muy fuertes. En suma, son unruly women, mujeres que no siguen las reglas de lo “socialmente correcto y/o esperado”. Petersen disecciona cada uno de los prejuicios que sobrevuelan desde el deporte hasta la política y lo que se espera de la actitud, discurso y el cuerpo de cada mujer. Así, por ejemplo, repasa todo lo que tuvo que enfrentar la tenista Serena Williams por no ser blanca, delgada ni modosita en la cancha, y el poco reconocimiento a su carrera deportiva, una de las más impresionantes en el tenis (39 títulos de Grand Slam, 4 medallas olímpicas de oro, entre otros logros). Sí, porque también existen arquetipos de cómo debe ser una tenista. O todo lo que se ha dicho sobre la edad y apariencia de Madonna, a quien se le critica porque sigue de pie en los escenarios, ya que, al parecer, las divas del pop no deben superar las tres décadas (pero ya ves a todos aplaudiendo a los septuagenarios Rolling Stones, ah). O todo lo que se dijo sobre el primer embarazo de Kim Kardashian, a quien la prensa basura gringa la comparó con una orca cuando estuvo embarazada porque es cute tener una pancita chiquita pero es gross tener una panza normal. Porque, abvio, también hay un modo correcto de estar embarazada.

Estereotipos: check

HISTORIAS PARA NO DORMIR

Y si hoy nos enfrentamos a prensa y redes sociales que dedican páginas u horas a diseccionar la apariencia y comportamiento de las mujeres calificándolas de santas o putas, en el pasado (y lo más espeluznante es que no es tan cavernario el asunto, “apenas” hace dos siglos atrás), ya se redactaban dedicados manuales de conducta femeninos en donde hallamos lo que aquí nos preocupa: cómo debe comportarse una CDSC en sociedad.

Yo encontré estas reliquias en una biblioteca pública con una sección dedicada a mujeres y feminismo; y, como estas publicaciones databan del siglo XIX, no me las pude llevar a casa para incendiarlas. Pasé de la rabia a la risa nerviosa y a la furia de nuevo. Todo esto en una sala de lectura rodeada de gente que fue testigo de todo este vaivén emocional. Bella estampa. Me enfrenté a La perfecta casada de Fray Luis de León (1885), a El ángel del hogar. Revista semanal de literatura, educación modas, teatros, salones y toda clase de labores de inmediata y reconocida utilidad. Ejemplos morales, instrucción y agradable recreo para las señoritas (1865) dirigida por María del Pilar Sinués de Marco y a La joven bien educada. Lecciones de urbanidad para niñas y adultas por Doña María Orberá (1875).

El terror, hermanxs. En eso, en terror, se resumen estas tres publicaciones. En La perfecta casada, Fray Luis de León expone cómo debe ser una señora de su casa con párrafos antológicos como:

“su andar ha de ser en su casa, y que ha de estar presente siempre en todos los rincones de ella, (…) porque sus pies son para rodear sus rincones, entienda que no los tiene para rodear los campos y las calles”.

“Y pues no las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios mayores, ni de fuerzas las que son menester para la guerra y el campo, mídanse con lo que son y conténtense con lo que es de su suerte, y entiendan, en su casa y anden en ella pues las hizo Dios para ella sola”.

“Porque no hay joya ni posesión tan preciada ni envidiada como la buena mujer”.

“Porque así como la naturaleza (…) hizo a las mujeres para que encerradas guardasen la casa, así las obliga a que cerrasen la boca”.

En tanto que en El ángel del hogar, se combinan pequeños relatos con moraleja y moralina, cartas de lectoras solicitando consejos sobre la vida marital y se usan palabras como “el sexo bello” para hablar de las mujeres y el “sexo feo” para referirse a los hombres. El ángel del hogar es el equivalente a la CDSC en España y básicamente se trata de un ser sumiso, que todo lo soporta en pos de la unidad del sagrado vínculo matrimonial, que su gran aspiración en la vida es satisfacer a su marido y mantener contentos a sus hijos y no pelearse jamás con su suegra y no remolonear en la cama por las mañanas porque “no es bien” y no salir mucho ni tener más aspiración que una casa limpia, una mesa llena y un esposo radiante. Aquí encontramos auténticas joyas como: “El hombre no puede ser feliz porque la mujer no sabe hacerlo dichoso”.

Y finalmente, La joven bien educada. Lecciones de urbanidad para niñas y adultas fusiona el buen comportamiento en sociedad (o lo que la autora entiende como tal) con el control sobre la conducta femenina. Así, por ejemplo, se le dice a las niñas y adultas cómo deben mirar la calle cuando les toque estar en ella y qué deben mirar: “ni llevará los ojos tan bajos que no vea a los transeúntes ni los moverá en todas las direcciones, lo primero le daría un aire de encogimiento y lo segundo indica ligereza de juicio”. O, si están en una reunión social, “no debe cantar ni tocar en una reunión si no posee los conocimientos necesarios al menos para no desagradar a los oyentes”. Y, como si todo esto no fuera suficiente, les prohíben usar maquillaje, ya que “siendo estos, por regla general, perjudiciales pues estropean el cutis indicando su uso un deseo inmoderado de agradar y llamar la atención deben proscribirse”.

Y, ¿sabes por qué he dedicado todas estas palabras a encontrar el origen y significado del concepto “chica de su casa”? No solo estoy intentando superar mis traumas juveniles, también porque, a lo largo de esta investigación y tras hablar con investigadoras y leer a otras tantas y de protagonizar escenas de ira contenida en bibliotecas, no encontré en ningún momento alguna referencia o siquiera la sugerencia de la idea de “chico de su casa”. Ni una sola. Se trata de un concepto que fue solo hecho para nosotras. Y eso, pequeña yo del pasado a la que creyeron insultar negándole el dichoso título de “chica de su casa”, tiene que acabar. Eso, hermanas, es lo que nos tiene hartas y molestas.  Eso, compañerxs, nos lleva a alzar la voz, tomar las calles y, claro, escribir.


Gráfica por Estefani Campana

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