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“Sería irreal decir que todo sale sólo de mis entrañas”

Dice Romina Chuls (Lima, 1991) que el arte fue su primer amor de colegio. Luego, en la universidad, estudió pintura mientras, en su tiempo libre, tomaba cursos de técnicas textiles. Así, empezó a mezclar la costura y la pintura al óleo; hasta que algo cambió y dejó de pintar El año pasado viajó a Paucarccoto, una comunidad a dos horas de Cusco para conocer el telar de cintura. Pero su interés no era nuevo. Romina, quien tres años atrás había aprendido a bordar con videos de YouTube, también aprendió de distintas mujeres artistas sobre el arte de los hijos. Este año, gracias al premio de la Fundación Euroidiomas, ha presentado su primera muestra individual, ‘Tierra Incógnita’, en donde explora la historia de las mujeres de su familia a través de mapas bordados. “La llamo cartografía de la memoria”, dice Romina.

¿Por qué decides dedicarte al arte?

Decido dedicarme a mi carrera en mi adolescencia. En mi colegio, tomé clases de arte como parte del programa de bachillerato. Más que nada porque teníamos que escoger entre física, inglés y arte. Siempre fui una persona muy creativa, así que mi elección era obvia, aunque en ese momento estaba más metida en la música que en las artes plásticas. Era un programa intenso, pero me encantó el investigar sobre un tema para plasmarlo en diversas piezas, las cuales te evocaran una pregunta, una problemática, sin decir una palabra. Fue mi primer amor. Me enamoré de la posibilidad de poder traer a la luz temáticas ya conocidas, ya tratadas, pero desde nuevas perspectivas. El sacarle la vuelta a como entendemos las cosas.

Ingresé a la universidad sin entender muy bien en qué consistía el mundo del arte. Entré con la romántica idea de cambiar el mundo a través de mis propuestas, negando por completo aquella necesidad egoísta por la cual, sinceramente, no puedo dejar de crear.

En tu primera individual, Tierra Incógnita, realizas mapas que exploran las mujeres de tu familia. Los mapas son –en principio– objetivos, científicos, libres de interpretaciones;  abarcan –y afectan– a grandes proporciones de la población. ¿Los mapas también sirven para dibujar la historia íntima de una persona?

En Tierra Incógnita, me centro en conocer y entender la historia de las mujeres de mi familia. Establezco una relación entre el hecho de que conocemos nuestra historia sólo desde una masculinidad, propia del sistema patriarcal, y el hecho de que se ha registrado el espacio, los mapas, desde esa misma mirada. La historia no se puede desligar del espacio, del territorio, en el que ocurre, y la cartografía puede servir para mucho más que retratar los lugares físicamente. La llamo cartografía de la memoria.

Además, personalmente, me interesó la combinación de ambas, porque las mujeres de mi familia relatan una historia de migración, tanto dentro del país como fuera. Si quería hablar de su historia, tenía que hablar de un territorio. En este caso no son mapas que afectan a grandes sectores de la población, ya que yo propongo cartografías inventadas para hablar de ellas, mapas personales. Interpreto si puedo hablar de ellas como continentes o islas, como penínsulas o bloques.

Otra parte de la muestra estaba conformada por la apropiación de mapas existentes. Ya no para hablar de una historia personal, sino para establecer la pregunta de qué papel cumplía mi familia en la historia de las mujeres peruanas. ¿Qué corporeidades, actitudes y posiciones conforman la memoria femenina peruana? ¿Qué mujeres salen a relucir en la historia de nuestro país? ¿De nuestro continente?

En mi caso, los mapas me sirvieron para reflejar parte de mi historia e invitar al espectador a sumergirse en ella desde un “mirador” nuevo, inusual. Sí, es un lenguaje que habla de una colectividad. Pero ¿qué es nuestra historia, por más íntima que sea, sino una acumulación de encuentros, intercambios y transacciones, físicas como emocionales? Nuestra historia como individuas es la historia de un grupo, de una comunidad.

Lo primero que me viene a la mente si pienso en averiguar sobre mis parientes lejanos es un árbol genealógico. ¿Deberíamos empezar a pensar mapas en lugar de árboles?

Los árboles genealógicos establecen una relación muy jerárquica. De arriba a abajo, o viceversa, registrando una conexión exclusivamente biológica. Cuando yo propongo hablar en mapas, no quiero representar simplemente quién es hija de quién: busco remarcar cómo se relacionaron, cómo percibo la historia de una al lado de la historia de la otra. Su carácter es importante y el vínculo que decidieron establecer con la familia. Hay tías que se alejaron física y/o emocionalmente, mujeres cuyas diferencias les impidieron mantenerse cercanas, mujeres líderes que opacaron a otras, mujeres que abandonaron su búsqueda personal por el bien de otres, etc. En un árbol genealógico, resulta muy difícil establecer aquellas conexiones.

Tal vez, según lo que cada une de nosotres busque, es que podemos decidir si pensar en árboles o mapas genealógicos.

Me llama también la atención los materiales que utilizas. De nuevo, los hilos, los tejidos evocan el trabajo artesanal, mientras que un mapa sugiere ciencia, concreción. ¿Cuál es la intención de la selección de tus materiales de trabajo?

Sí, los hilos y tejidos evocan un trabajo artesanal, pero no por eso están libres de ciencia o concreción. La técnica del telar de cintura, por ejemplo, involucra contar, números, un orden. El brocado, el tejido y el bordado también. Se podría decir que poseen un elemento matemático, como cualquier otra estructura.

El trabajo de costura, de textiles, estuvo mucho tiempo ligado a una labor femenina, pero no por eso desvinculada de un orden, el cual podría definir la cartografía, ¿no? El establecer orden. Ahora, los mapas en la actualidad sí son precisos y concretos, pero antes podríamos decir que era un arte también. Eran dibujados a mano con una iconografía determinada para representar ciertos tipos de formaciones geológicas. Cuando vemos los mapas de siglos atrás, notamos que Europa es extremadamente grande y África irrealmente pequeña. Más que ciencia, es el reflejo de un pensamiento de dominación. Ahí entra la necesidad de clasificar los terrenos desconocidos como “terra incognita”, indicando que es algo que tenía que ser explorado, y conquistado, después.

Mi elección de los materiales va más por la carga femenina que tienen, ya que hablo de la historia de mis ancestras. Durante mucho tiempo fueron prácticas que se relegaron a las mujeres y se excluyeron de lo que se consideraba “arte”. Se creía que era una simple distracción cuando la verdad es un método de escritura, de comunicación. Los bordados son testimonios de las mujeres, un lenguaje de la resistencia. Hace unos años, encontré el bordado de una mujer inglesa, Elizabeth Parker, en internet. Es una confesión fuerte, hermosa que empieza con las palabras: “como no puedo escribir pondré esto de la manera más simple y libre…” Ella no pudo escribir, entonces bordó.

Regresando a tu pregunta, también parto de una fascinación por regresar a trabajar con estos materiales de forma tradicional, como se solía hacer. Todas las telas utilizadas en el proyecto “Tierra incógnita” son teñidas a mano con tintes naturales.

Hay también una parte de la exposición en la que incluyes documentos intervenidos. ¿El artista se nutre más de la investigación que de la inspiración?

Los documentos intervenidos son anécdotas contadas por mis abuelas, tías y madre sobre otras parientes. Aquellas historias enlazan las cartografías, las completan. El proyecto no hubiera sido posible sin ellas, ya que su falta me hubiera limitado a quedarme con lo que yo ya sabía, ¿y qué sentido hay en eso?

Yo me nutro de ambos. La investigación motiva mi inspiración. Ésta no llega de la nada, como por iluminación divina. Aunque, no sé por qué, en la ducha se me ocurren las mejores cosas. Bueno, hay que ser curiosa, investigar y explorar para desarrollar propuestas artísticas interesantes; ésas que te roban el presente.

Para mí, un artista que se limita a representar solo el contenido de su cabeza, sin cuestionar sus propios límites, resulta sumamente aburrido. Creo que la curiosidad tiene que estar fuertemente ligada a esta carrera y no sólo en la exploración de materiales. Cuando une expande su mente, la inspiración llega cada vez más deslumbrante.

Hay varias artistas peruanas explorando los temas de familia, feminidad, feminismo. ¿Con qué artistas te sientes cercana, o qué artistas te inspiran?

Apenas empecé a trabajar el tema, acudí a una artista que admiro mucho. Al inicio mezclaba costura con pintura al óleo y había algo que no me cuadraba. Los profesores de la PUCP no manejaban la técnica, así que me vi en la necesidad de abrirme. Fui donde Ana Teresa Barboza y me ayudó a aclarar lo que quería. Dejé de pintar. Ella no trabaja un tema feminista, pero siento que habla desde una femineidad.

Esos inicios coincidieron con unas clases de Maria Elena Alvarado sobre la costura en el arte contemporáneo. Gracias a ella fue que me adentré en los hilos, las telas y los primeros libros feministas. En sus clases conocí a Raquel Esquives y a su pieza de vulvas en telas. Todas ellas confluyeron para que naciera en mí aquel interés por los temas de género, y gracias a una buena profesora que tuve en mis últimos años en la PUCP, Alejandra Ballón, aquel interés llegó a consolidarse como lo que ahora es mi forma de ver y entender las cosas, la manera desde donde creo. Además de ellas, hay diversas artistas contemporáneas y mayores que me inspiran día a día e influyen en mi trabajo. Sería irreal decir que todo sale sólo de mis entrañas.

¿Es un buen momento para ser artista y mujer en el Perú?

Para hacer arte, según yo, necesitas partir de una disconformidad. Tiene que existir algo que puedas cuestionar, poner en duda, para abrir la pregunta si es que así deben ser o funcionar las cosas. Por eso, para crear es un momento perfecto en el Perú. Los detonadores son infinitos. El sistema patriarcal, los feminicidios, el acoso sexual, la ilegalidad del aborto, la falta de leyes en defensa tanto de mujeres como de la comunidad LGTBIQ, la precariedad del sistema de salud o del educativo, la violencia obstétrica… tú escoge.

Ahora, si la pregunta va más por si hay campo de trabajo y espacios de exposición, te diría que estamos alguito mejor que unos años atrás. Existe machismo incluso en el ámbito artístico. Y eso continuará mientras nuestra percepción de lo que es arte no se abra, y se siga limitando a la mirada patriarcal occidental desde la cual hemos entendido el sistema del arte. Pero, como dije, son detonadores de inspiración, nos motivan a querer deconstruir las cosas, a buscar ser mosquitas para la sociedad limeña y peruana, jodiendo y jodiendo.

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