Una conversación con las autoras de un libro que quiere ser el gran manual sobre nuestras vaginas y su funcionamiento.
Como esto de escribir se trata de honestidad, empezaré este texto con una experiencia íntima, y, nunca mejor dicho, profunda y reveladora. Hace un par de meses, decidí usar la copa menstrual. Mis razones detrás de dicha decisión, una vez más—comovariascosasenmivida— estaban ligadas a la curiosidad, el enojo, la búsqueda de justicia y, sí, la reparación. Y es que un día, mientras me desperezaba con magnífica gracia, me puse a leer lo que decía el paquete de toallas higiénicas que tocaba ponerme ese día. Decía: “eliminan el olor”.
Pensé: ¿por qué se debe eliminar el olor a sangre? Y de pronto, las preguntas se atropellaron: ¿por qué siguen mostrando comerciales de toallas higiénicas en donde la sangre es de los pitufos, es decir, azul?, ¿por qué cada mes debo ponerme estas huevadas que, una vez que se desechan, tardan años en degradarse (500 a 800 años dicen los expertos)?, ¿por qué no hablo de la regla con mis amigxs?, ¿por qué no se inventan artificios prácticos y biodegradables para la regla?, ¿y si me cambio a la copa menstrual? Ya, pero ¿será incómoda?, ¿está mi vagina lista para recibir una copa dentro?, ¿y si me mancho?, ¿pero qué de malo hay en mancharse?, ¿por qué algo tan natural como la regla sigue siendo un tabú?, ¿y cómo me la cambio sin parecer que estoy en el set de Carrie?
Y mientras todo esto (me) sucedía terminaba la lectura de El libro de la vagina (Grijalbo, 2017) de Nina Brochmann y Ellen Støkken Dahl, dos estudiantes noruegas de medicina (Nina se graduó este pasado diciembre), quienes decidieron desterrar todos y cada uno de los mitos que se han creado sobre nuestras vaginas, su funcionamiento, la salud sexual y los anticonceptivos. Crearon un blog (este, por si lees noruego) que se convirtió en un boom y no tardó en convertirse en un libro, cuya portada, en rosa, nos muestra una hermosa vagina en todo su esplendor junto con esta frase: “Todo lo que necesitas saber y nunca te has atrevido a preguntar”.
Me gustaría compartirles la foto de cómo ha terminado el libro tras su lectura: está todo marcado. Me gustaría compartirles mi expresión mientras lo leía, pero estoy en una fase antiselfis. Más de 300 páginas escritas en un lenguaje que demuestra que la rigurosidad científica puede ser muy muy divertida.
Y ahí estaba yo. Metida en el baño observando la copa menstrual. “Pequeña, esto lo haremos juntas”, le digo. Hay que seguir las instrucciones, relajarse mientras introduces una copa flexible dentro de ti, asegurarse de que está bien colocada y vivir. Todo bien. Sin chorreos en el camino. Aunque debo admitir que tuve un breve instante de pánico cuando intenté sacármela y ya me veía corriendo a Emergencias diciendo: “¡Abran paso! ¡Sáquenme esto!”. Y lxs enfermerxs murmurando: “Ahí va otra hipster que no sabe sacarse la copa menstrual”. Pero ¿sabes qué? Esta almodovariana escena no sucedió porque recordé un capítulo que tengo marcado de este libro: es imposible que “algo” se pierda en tu vagina porque no es un canal abierto al resto de tu cuerpo. Es decir, que con paciencia y relajación puedes acceder a lo más profundo de ti. Esta última frase me ha gustado: “lo más profundo de mí”.
Otro dato que compartiré sobre mi maravillosa regla y mi querida vagina: la copa menstrual te permiten ver realmente cuánto y cómo sangras cada vez. Es alucinante. Yo consideraba que en mis días más hardcores “sangraba harto”, pero una vez que retiras la copa y observas su contenido (ah, mi curiosidad científica no para, eh) ves que ni llegas a los 15 ml. Es loquísimo. Y sí, cada vez que te sacas la copa, te acuerdas de Carrie y de muchas escenas gore porque, obvio, te manchas los deditos con sangre y, si la sacas de golpe, hasta salpicas la pared. Pero es solo sangre (y un poco de moco también). Y es tuya. No es ni mala, ni asquerosa, ni apestosa. Es sangre que luce como sangre y huele como sangre. A veces es roja y líquida. Otras, marrón y coagulada. Y esto se relaciona con la velocidad con la que se ha trasladado por el útero: más roja, más rápido. Más oscura, más lento y, por eso, se ha coagulado. Otra enseñanza de este libro.
Y bueno, esto de meter y sacar la copa te pone tan en contacto con tu vagina que me parece simplemente maravilloso. Y es que solo había conocido mi vagina desde fuera, salvo aquel día (ah, recuerdos) en que decidí ponerme un espejo delante para ver “cómo era”. Con la copa contactas con tu vagina y reconoces tu canal vaginal. ¿Genial, no?
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Tuve la oportunidad de entrevistar a Nina y Ellen, las autoras de “El libro de la vagina”. Hablamos de nuestros cuerpos, el conocimiento que tenemos de estos, porno y educación y, cómo no, del patriarcado.
En varios de los episodios del libro se apunta que, en contra de lo que ha pasado con la investigación sobre el órgano reproductivo y/o la sexualidad masculinas, no hay suficientes estudios en la comunidad científica para descubrir, estudiar o explorar lo que pasa en el interior de las mujeres. ¿Está presente el machismo en la comunidad científica?
Históricamente, la mayoría de investigadores y doctores han sido hombres, pero esto está cambiando ahora, así que creemos que las cosas van mejorando lentamente. Cuando trabajas en hipótesis, lo haces desde una cierta perspectiva. Usas algo de lo que ya sabes. El cuerpo femenino ha sido descrito a menudo en comparación al cuerpo masculino, donde tales comparaciones no encajan. Por ejemplo, algunas ilustraciones médicas antiguas que dibujan el tubo vaginal muestran un pene invertido y vacío. Freud se centró en el sexo vaginal como la mejor fuente de placer sexual femenino, y dijo que los orgasmos del clítoris eran algo de chicas jóvenes y mujeres locas. Las mujeres hoy todavía piensan que los orgasmos vaginales son importantes de conseguir, incluso si la mayoría de mujeres no eyaculan sin estimulación del clítoris debido a diferencias anatómicas. Todavía necesitamos más investigación. Muchas preguntas no han sido respondidas. Pero también necesitamos difundir la información que ya tenemos. Nuestro libro busca resumir lo que sabemos.
Todavía hoy tenemos gente (de todas las edades, no solo jóvenes), que crecen viendo pornografía y la toman, en muchos casos, como referencia de lo que es tener gran sexo o lo que debe pasar durante un encuentro sexual. ¿Podría la pornografía tener un elemento más didáctico/educativo o es imposible? ¿Cuál es el papel del porno en nuestro imaginario colectivo y educación sexual? ¿Debería la pornografía ser educativa o es mejor si se limita al reino de la fantasía?
El problema más grande con el porno, aparte del hecho que mucho porno visualiza fantasías de violencia y abuso, es el hecho de que el primer encuentro de muchos niños y niñas con el sexo es a través de este. Esto crea muchas inseguridades e ideas equivocadas. Cuando trabajamos como profesoras de educación sexual, vimos que mucha gente joven se centra en el sexo avanzado, como el sexo anal o el “fisting” (introducción total o parcial de la mano en la vagina o en el ano), porque creen que de ellos se esperan estas cosas. No hay nada malo en la experimentación, pero los jóvenes han de saber que pueden elegir por sí mismos. El porno no debería establecer el estándar de nuestras vidas sexuales, eso crea mucha presión. Muchas mujeres jóvenes no se sienten cómodas con el sexo anal, pero lo hacen igualmente, y eso es un problema. Necesitamos educación sexual de alta calidad para enseñarles a los niños sobre el sexo antes que vean porno por primera vez. No queremos que el porno comercial sustituya a la educación. Y debemos hablar sobre el porno en la educación sexual de la escuela, para que los niños vean que el porno, como cualquier otro entretenimiento, se basa en ficción y que muchas cosas que pasan en el porno están lejos de la realidad del sexo corriente.
El porno puede ser educativo, pero la mayoría no lo es. Hay directores de porno (algunas se llaman a sí mismas directoras de porno feministas) que hacen porno que se centra más en el placer sexual femenino –que se elimina en la “mirada masculina”–, y tratan de retratar escenarios más realistas. Esto es un desarrollo positivo. Sabemos que la gente mira porno, hombres y mujeres, el porno da placer sexual y enciende el deseo en mucha gente, y no queremos que la gente se arrepienta de ello. Es importante para las mujeres masturbarse, y cuando las mujeres quieren usar el porno para masturbarse, está muy bien tener una variedad de alternativas donde elegir.
Según sus experiencias, ¿cuánto sabemos las mujeres sobre nuestra salud sexual y cómo funcionan nuestros órganos? ¿Cómo y dónde aprendemos sobre ello? ¿Este conocimiento nos empodera?
Esto depende en quién seas, dónde vivas y qué fuentes tengas. Hay pocas [fuentes] disponibles y fáciles de entender, y esa es la razón por la que muchas han comprado nuestro libro. La gente tiene preguntas y realmente quieren saber más. La educación sexual llega tarde, y hay muy poca. Muchas mujeres ya saben mucho, pero, en nuestra experiencia, la mayoría de mujeres creen en algunos mitos. El conocimiento nos empodera, definitivamente. Si tienes problemas y quieres saber por qué, es más fácil vivir con estos problemas y encontrar ayuda relevante. Nuestro objetivo es normalizar diferentes fenómenos comunes en el cuerpo femenino para que las mujeres puedan sentir más confianza en su propia piel. Además, queremos poner el foco en problemas comunes de los genitales femeninos y en enfermedades reproductivas, para que las mujeres puedan saber cuándo algo es normal y cuándo es necesaria una visita al doctor.
¿Tienen conocimiento sobre cómo es la educación sexual en otros países además de Noruega?
No tenemos datos suficientes para hacer una comparación al detalle, pero los países escandinavos son conocidos por su aperturismo, y tienen más educación sexual comparada con países más conservadores. Si los noruegos tienen tantas preguntas, las áreas con menos educación sexual tienen todavía más.
¿Qué porcentaje de nuestra cultura sexual está marcada por el patriarcado? Pienso en el hecho de comparar el clítoris con un “pequeño pene” en lugar de considerarlo como una entidad propia. O en los intentos por crear un “viagra femenino” y no considerar que la ruta del deseo sexual femenino es distinta que la del hombre. Pienso en los “condones femeninos”, ¿por qué reproducir en nosotras los condones masculinos?, ¿por qué la responsabilidad reproductiva cae en nosotras?
No creo que pueda responder a esta pregunta con un porcentaje. Por supuesto, la cultura y la manera que usamos el lenguaje es un problema. Todavía tenemos expectativas distintas de hombres y mujeres, sexualmente, y esto nos hace daño a todos. Avergonzamos a las mujeres por su sexualidad, mientras alabamos a los hombres por las mismas actividades, y esto debe cambiar. Por ejemplo, no llamamos a los hombres “putos”. Muchas mujeres jóvenes no hablan a sus amistades sobre masturbación, se considera un tabú. Para los hombres, no es un tabú. Nadie debería ser avergonzado por su deseo o sus vidas sexuales.
Creemos que es educativo comparar el clítoris con el pene, porque se parecen mucho, y nos hemos centrado muy poco en el clítoris. Hemos pasado demasiado tiempo hablando sobre la vagina, y, al fin y al cabo, el clítoris y el pene son variantes del mismo órgano. También se podría comparar el pene a un clítoris llamándolo un giga-clitoris.
Los investigadores han considerado el hecho de que las pautas de deseo sexual son distintas para cada persona, pero este conocimiento no se conoce del todo, y, de nuevo, queremos que la investigación se centre más en el deseo. Escribimos mucho en nuestro libro sobre el deseo, y las diferencias entre deseo espontáneo y responsivo. El deseo espontáneo es el patrón tradicional masculino, pero las mujeres también lo experimentan; a la vez, existen hombres que experimentan el deseo responsivo. Nos ayudaría mirar a individuos cuando hablamos del deseo, y no dividir todo en dos en base al género. Debemos aprender más sobre nosotros y nuestro deseo. Y trabajar en aquello que se pueda mejorar (como romper patrones y aumentar el placer sexual). Pero también es importante aceptar la manera en la que funcionamos y no perseguir objetivos imposibles.
El condón femenino no es un buen ejemplo de estructuras patriarcales. El “Femidome” se usa por mujeres como protección contra el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. Es empoderador para las mujeres poder tomar precauciones y protegerse a sí mismas. De la misma manera, es empoderador para los hombres poder protegerse a sí mismos de causar un embarazo. Se están desarrollando más contraceptivos masculinos, algo que es muy bueno tanto para hombres como para mujeres.