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Si te violan, “relájate y disfrútalo”, ¡porque nadie te va a creer!

Las Guerrilla Girls aparecieron en 1985 en la escena artística norteamericana para denunciar la invisibilización de las mujeres en el campo cultural. A principios de los noventa, en una de sus intervenciones, escribieron: «Si te violan, “relájate y disfrútalo”,  ¡porque nadie te va a creer! En 1988, de las 185 000 violaciones que se estima tuvieron lugar en EE. UU., solo se realizaron 39 160 detenciones, que resultaron en 15 700 condenas». Ya han transcurrido 25 años de la aparición de este texto y, sin embargo, pareciera que no nos hemos movido demasiado de ese punto de “relax”. Disfrutemos, pues.

Últimamente, las redes están ardiendo. Hace poco, en Chile, M decidió denunciar al joven poeta Yasunara Satori. El poeta se metió a la habitación donde ella dormía luego de una reunión fuera de la ciudad, y la violó. Los hechos fueron así: luego de la reunión, M y su ex se fueron a dormir juntos, ambos estaban muy ebrios, tan ebrios que solo se dio cuenta de que tenía a otro tipo encima cuando Yasunara ya estaba penetrándola. El ex fue cómplice de Satori, según el relato de M. Así es cómo se ejecuta la rapiña del cuerpo de las mujeres, su transacción y disciplinamiento.

Para los que son como Yasunara, las mujeres somos una oquedad que hay que llenar. Una oquedad ansiosa que no necesita de nuestro consentimiento, un cuerpo por colonizar y marcar. Y ellos saben cómo hacerlo, son años de laxitud y permisividad social, años de entrenamiento en sociedades capitalistas que reproducen el esquema de jerarquía y opresión, sociedades patriarcales poscoloniales, misóginas, racistas y homofóbicas. Las relaciones homosociales son construcciones bien sedimentadas. Las masculinidades, sin duda, son diversas, pero se asientan sobre privilegios. El capitalismo tardío –que convierte las luchas en slogans de diseño para consumo masivo– ha agudizado la precariedad y la inestabilidad de los sujetos, y ello contribuye a la reacción pavorosa sobre los cuerpos feminizados. Para la antropóloga feminista Rita Segato, el interés del violador no es el placer, sino disciplinar aquello que se sale de la norma, y, por supuesto, exhibir su fuerza frente a otros hombres.

Quizá luego Satori y el ex se encerraron en el baño a medírsela, pero eso ya es especulación mía.

Lo más impactante de esta guerra contra las mujeres (para usar los términos de Segato) es encontrar que uno de los sujetos contra los que nos enfrentamos son otras mujeres que persisten en permanecer en el orden patriarcal, aquellas que mantienen celosamente las llaves de una moral por debajo de la mesa, aquellas que mantienen los privilegios de los suyos a costa de la humillación de otras. En el caso de M, expuesta a los comentarios basura, se podían leer cosas como estas: “solo pienso que hay otra persona afectada” o  “no es un abusador sexual de tiempo completo” o “es un alcohólico”. En un caso más cercano, pude leer “ya pidió disculpas, no hay que lincharlo”. El victimario convertido en víctima. ¡¡A disfrutar!!

A los estudiantes de Literatura nos enseñan que la vida de un escritor debe desmarcarse de su obra, aunque durante la guerra fría, los escritores y su opción política hayan sido inseparables, incluso, de sus producciones, y fueran blanco de furibundas acusaciones y discusiones en el espacio público. Como miembro del campo literario, estoy entrenada en esa diferencia, sé qué es un yo lírico y lo diferencio de aquel sujeto que escribe versos en papelitos sueltos o en una pantalla de computadora, sea hombre de bien o poeta maldita. Para nosotros, la gente de a pie ignora y desconoce el pacto literario.

Pero, en medio de esta guerra de baja intensidad, ¿podemos separar al escritor del sujeto que acosa, amedrenta y viola, sin aplicar una condena social? ¿Podrán las películas de Polanski seguir siendo la pantalla detrás de la que se oculta Polanski? Los “entendidos” del mundo del arte generalmente han cerrado filas sobre sus protegidos, sus protégés. Es evidente que puedo distinguir a un creador de su obra, e incluso disfrutar de ella, admirarla, pero también puedo ver cómo sus “magníficas” creaciones han sido la herramienta clave del crimen perfecto para poner a raya a aquellos que los han denunciado y, así, alzar un cerco de protección sobre sus creadores. El campo cultural es un lugar de luchas de poder, no es un lecho de rosas donde todo está marcado por el talento. Diversos intereses se cuecen dentro.

En este tiempo crítico, de fragilidad y desprotección, las mujeres están retomando la lucha por la autonomía de sus cuerpos, sus deseos y su posicionamiento sexual. Las mujeres estamos en guerra de guerrillas. Muchas compartimos este sentir de hartazgo y desborde. Muchas mujeres valientes como M están hablando. #Yosítecreo, Manola. #Yosítecreo, Parwa. #Yosítecreo, Laura.

Yasunara Satori es más conocido en Chile con el nombre de Francisco Ide, cosas de la Yakuza.


Gráfica por Estefani Campana

 

 

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