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Ana Lía Orézzoli es fotoperiodista y editora fotográfica. Su curiosidad la lleva a explorar temas como la memoria, la idea de lugar y lo cotidiano. Tiene presente la idea de exploración y observación en lo esencial, como se puede notar principalmente en los proyectos “A Kind of Longing” y ”Las cosas que no te dije”. Ha expuesto en Perú y en Italia, en donde vivió dos años. Actualmente, divide su tiempo entre la enseñanza, el desarrollo de sus proyectos personales y su trabajo en una revista local. Desde una visión muy personal, Ana Lía intenta evocar lo universal a través de su fotografía.

Quería empezar la entrevista con una frase de Jean Luc Nancy que se me vino a la mente al conocer tu arte: “Un cuerpo no está vacío. Está lleno de otros cuerpos, pedazos, órganos, piezas, tejidos, rótulas, anillos, tubos, palancas y fuelles. También está lleno de sí mismo: es todo lo que es.” Me hizo pensar específicamente en tu proyecto “Las cosas que no te dije” ¿Podría tener alguna relación con el mensaje que querías transmitir?

En este proyecto, el cuerpo funcionaba como una performance para hacer catarsis. La idea nació inconscientemente y tiene que ver con un proceso de duelo por una relación a distancia. Yo envié una postal que llegó tarde a su destino (porque justo hubo una huelga de Serpost en Lima). Para ese entonces, la relación había terminado: ya no era el momento preciso. Había una necesidad de expulsar mucho del dolor.

Yo he trabajado por varios años como fotoperiodista y siempre he retratado a otros, pero cuando me fui a Italia a hacer la maestría, sentí la necesidad de girar la mirada hacia mí misma. Luego pasó lo de la postal y fue como una superación. Hice estos autorretratos de forma más intuitiva, a diferencia de otros proyectos míos. Es una introspección porque son pedazos de mi cuerpo que usé para expresar: las manos, el rostro, las miradas. Todo me acompaña en el proceso.

¿Cómo es el momento que da inicio a un proceso de introspección? ¿Qué significa crear y curar sobre una experiencia pasada que vuelve en forma de sanación personal?

Yo creo que el arte sirve para muchas cosas, y yo lo serví para defenderme. En todo este proceso necesitaba estar acompañada para tener gente que me ayude a trabajar. Luego, hubo un proceso manual que me hizo ver que todo lo que empezó siendo un sentimiento se convirtió en algo más material: el momento de revelar los negativos, estar en un cuarto oscuro totalmente sola, pensando mucho… En esta etapa todo se volvía más tangible, ya estaba fuera de mí y lo que terminó por sanarme fue que me las reenvié. Las postales acabaron en el correo postal y fueron perdiendo la identidad original y el preciosismo. Así, volvieron a mí, pero ya no me pertenecían: ya había sanado.

¿Cuáles serían tus referentes?

Sophie Calle es una fotógrafa que siempre sigo. Hay un proyecto suyo que me inspiró muchísimo, donde trata de “decodificar” una carta que le envía un ex que, al final, le escribe “cuídate mucho”. Ella transformó esa experiencia y se la envió a muchas mujeres de variadas disciplinas para que la interpreten a su manera. Es hacer de los fragmentos una unidad. También me ha inspirado mucho el fotógrafo italiano Luigi Ghirri porque, además, es profesor, y yo también he enseñado en estos últimos cinco años, por lo que muchos textos suyos me influencian tanto en el arte como en la educación. Siempre leo cosas relacionadas a ello y busco inspiración por todos lados: narrativa, poesía, pintura, cine…

En otro proyecto tuyo, “A Kind Of Longing”, se aprecia una búsqueda de raíces: mar, cielo, identidades. También hay un texto sobre tu tatarabuelo y muchas fotos que crean historias cruzadas ¿Son todos estos elementos como un mapa de exploración para ti?

La fotografía me interesa en relación a otras imágenes y la manera cómo ellas pueden producir un lenguaje. Ese proyecto funciona con un grupo de fotos que se comunican, donde la idea del mapa está presente en varios niveles. Uno trata de la historia del viaje de mi tatarabuelo, pero también del mío al encontrar su historia. Hubo un proceso de investigación antes de empezar este viaje. Mi abuelo era italiano pero no sabía mucho de su vida ni todo lo que implicaba esta identidad. Y cuando yo voy a Italia siento la necesidad de caminar mucho por allá como vagabundo, un poco esperando que la ciudad me sorprenda y tratando de reaccionar un poco a las imágenes que fotografié. Luego, la idea de cartografía vuelve cuando planteo la exposición para instalar las fotos en el piso, habiendo como una especie de recorrido también de un viaje que de lejos se veía como relieve de islas. Trabajé mucho también con la memoria: es también fragmentada, tiene espacios, huecos, vacíos, blancos.

¿Tienes un espectador ideal que busque algo a través de tu arte? ¿Reconoces un público que comparta contigo tus experiencias?

Hago todo esto porque quiero comunicarme y es el modo en que sé expresarme. Tengo un interés porque haya alguien que lo vea. Para mí es un lenguaje que puede conectar a cualquier nivel. Hay todo un proceso creativo y de investigación intensa, pero una vez que está fuera, la gente puede comprender más y conectar a su manera, siendo aún así proyectos personales. Es difícil que uno llegue a “entender” por completo lo que el artista manifiesta, pero eso es lo bonito. Intento que mis proyectos no sean tan literales y, al contrario, se liberen.

Hago el trabajo pensando en que siempre habrá un receptor, y cuando he podido exponer siempre ha sido hermoso poder hablar con la gente. Con la exposición de “Las cosas que no te dije” la gente podía identificarse con las postales por las experiencias dolorosas que pasaron; en “A Kind of Longing”, con las historias de migración de mi tatarabuelo.

El arte es un tipo de comunicación, pero ¿cuál crees que es su real función como herramienta universal para expresar?

A mis alumnos, con quienes trabajo el desarrollo de un lenguaje personal, los ayudo a expresar un punto de vista particular y personal, para que lleguen a experimentar muchas sensaciones. Por otro lado, la fotografía es un lenguaje más o menos universal. La imagen atraviesa, y como arte, sensibiliza. Eres más tolerante y abierto a las historias distintas a las tuyas y creo que esa es su función. Por otro lado, hay un problema que es cómo se maneja el mundo del arte. Desde el acceso a ella, a moverte en ese círculo, y mantenerte en él es complicado, por eso es importante intentar abrir la mente con estas líneas mercantiles. Una vez le dije a mis alumnxs: “el arte es libre hasta que le pones precio”, y uno de ellos me respondió “el arte es libre hasta que le pones una nota”. Yo ahí sentí que había hecho un gran trabajo (risas).

Por último, ¿crees que tus proyectos tienen un mensaje social e integral? Vivimos en una coyuntura social muy caótica. Tu arte, lo que expresas, ¿podría ser un símbolo de eso?

Si bien mi trabajo ha sido más personal, creo que hay muchas historias que deben ser contadas, que buscan una voz. El arte debería ser aquella herramienta que aporte una sensibilización, y eso trato de hacer. Estoy trabajando actualmente en un proyecto que tiene que ver con qué se entiende por hogar, pero también trata sobre lo cotidiano, la ciudad, la familia, y muchos espacios donde uno puede encontrarse rodeado.

En este proyecto, tengo presentes las relaciones con otras personas pero también conmigo, y por eso en el camino ha sido importante reconocerme como mujer. He crecido en una casa llena de mujeres y todas mis hermanas somos distintas, por lo que el hogar ha sido una especie de energía intensa (risas) que he llegado a relacionar con Lima y todo lo que me comprende.

Es importante cuestionarse a una misma y saber qué es importante para cada una. Creo que eso hace mejor a una persona, y al exteriorizarlo, se puede conectar y enseñar mucho. Me encanta aprender con mis alumnos y ver que puedan contar sus historias. Ese, para mí, es el camino del arte.

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