Tiempo de lectura: 2 minutos

“All the girls to the front, I’m not kidding. Boys, be cool, for once in your lives go back”. Esta frase la dijo Kathleen Hanna, ex vocalista de la banda “Bikini Kill” y “Le Tigre”, después de ver cómo los chicos empujaban a las mujeres durante el pogo de un concierto, según el documental The Punk Singer (2013). Ahí estaba ella, una mujer, reclamando que los chicos nos dejaran en paz alguna vez. En su época –aún peor que ahora-, pocos respetaban la música hecha por mujeres. Pocos se sentaban realmente a escucharlas en vez de verlas sorprendidos como si vieran a la primera mujer candidata a la presidencia, la primera mujer que eructa en público o la primera mujer que dice que abortó. Por primera vez en sus vidas, quítense del camino; esto no es sobre ustedes, es sobre nosotras, les decía a todos Kathleen Hanna.

Desde que comenzó mi obsesión por tocar el bajo, noté que en mi entorno los que reinaban -o a los que tenían permitido reinar- eran los hombres. En el 2011, la revista “Rolling Stone” hizo un ranking de los 100 mejores guitarristas de todos los tiempos, en el cual solamente dos eran mujeres (Bonnie Raitt #89 y Joni Mitchell #75) y ni se acercaban al primer puesto (Jimi Hendrix). Hace un par de años, leí que María T-ta, ex vocalista de la banda subte “María T-ta y el Empujón brutal” y la primera cantante de la movida de rock subterráneo en Lima, solamente lograba seguir de pie en el escenario gracias al yoga, a pesar de los insultos que le decían como “perra”, “puta”, “pacharaca”, mientras cantaba.

A pesar de estar rodeada de hombres y que me gustara y respetara su música, siempre sentí que me faltaba algo. Algo que no podía encontrar en ellos enteramente. Hasta que aparecieron las “Púas y encajes”, la primera banda de mujeres que vi en vivo. Tengo la imagen clavada en mi cabeza: la baterista tocando en tacos y dándole al bombo con toda su fuerza. Ellas tenían lo que a mí me faltaba: actitud. Actitud era lo que se requería para subirse al escenario, tocar y olvidarte de las caras sorprendidas y de los comentarios machistas. Eso era lo que faltaba. Busco más y más bandas de mujeres desde ese entonces.

Con el tiempo, mi biblioteca musical ha crecido, y ésta es una pequeña lista de canciones que me ponen de buen humor, me empoderan y me dejan caminar tranquila por la calle. Alguna vez me preguntaron “¿tú sólo escuchas bandas de chicas?” Y sí, puede ser. No puedo evitarlo.


Ilustración de Estefani Campana

 

Comentarios