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Toda la culpa la tiene Mario, la breve –aunque efectiva– novela de Giovanna Pollarolo, centra su argumento en el impacto que tiene la noticia de la separación de Mario Vargas Llosa de Patricia, “la prima de naricita respingada”, y su nueva relación con una figura de la farándula española, Isabel Preysler, en un grupo de lectura conformado por señoras de mediana edad.

Como figuras recortadas de la sección de Sociales de una revista limeña, los personajes de la novela de Pollarolo recrean los estereotipos de la mujer madura de clase alta en el Perú. De aquellas que, a pesar de su posición privilegiada –o, quizás, debido a ella–, delinean su existencia como un conjunto de roles siempre dependientes o en función de alguien más: ‘la esposa de’, ‘la amante de’, ‘la secretaria de’, ‘la madre de’. Todas ellas encuentran en Patricia, la hasta entonces esposa de Mario, el reflejo del punto más alto al que podrían haber aspirado.

El hincapié en la capacidad de organización de Patricia, la habilidad con la que maneja la agenda de Vargas Llosa y la confianza que parece recibir de parte de todos alrededor de él son sus características más destacadas. Ella es la mujer ideal porque es la esposa ideal. Aquella que, para los ojos de las protagonistas, es la responsable directa –pero invisible– de los logros de su esposo. Es la mujer ideal porque, al igual que ellas, es consciente de su falta, de su incapacidad de agencia, y se resigna ante ella hasta el último momento: cuando sale a la luz la noticia de su separación, se incluyen solo las declaraciones de Mario. Él está feliz, él se siente rejuvenecido. Él puede decirlo. La opinión femenina se reduce y se recluye, una vez más, en el ámbito privado; en la conversación entre amigas, entre susurros, como si se estuviera hablando a espaldas de una de ellas.

Estas mujeres no admiran, entonces, al escritor, sino que se reflejan en ella, en Patricia, en la sombra. Es la heroína de su cuento particular, quien cae derrotada y es reemplazada por una mujer más joven. Solo a partir de esta premisa puede entenderse no solo la desarticulación del grupo de lectura, después de cuarenta y cinco años de reuniones, sino también la ruptura de la amistad que unía a los personajes; ese contacto con lo real, el descubrimiento de la fragilidad de su lugar de enunciación, fue demasiado, incontenible, imposible de afrontar. No es coincidencia que se cite un fragmento del discurso de Vargas Llosa al recibir el Nobel: “El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años”. El matrimonio, el club de lectura y todo lo prometido y propuesto en esos cuarenta y cinco años puede deshacerse, desaparecer, y no por voluntad de las mujeres involucradas.

Así, la figura de Patricia se ve replicada en Úrsula, una de las integrantes más antiguas de dicho club. Su esposo, inspirado por la historia del galardonado escritor, decide que es momento de terminar el matrimonio. Y al igual que Patricia, Úrsula no lo cuenta. No es ella quien lo enuncia, ni lo comparte, ni lo critica. El único momento en el que se vuelve a saber de este personaje es a través de un e-mail, en el que comunica a la administración que el club de lectura – el cual, hasta ese momento, presidía– no se seguirá reuniendo.

Ángela, “la sobrina de una amiga de Úrsula”, hace de contrapunto, presentada al lector como un personaje conflictivo, egocéntrico y pedante. Y es la única con capacidad de agencia (o, al menos, con la intención de tenerla). La inconforme. La que dejó a su esposo. La que se fue de la casa y dejó a sus hijos con el padre. La que decidió volver a la universidad y, desde ese momento, se volvió insoportable. Ella es tan culpable como Mario de la desaparición del club de lectura y de la ruptura de una amistad tan larga. O, al menos, de desgastar la relación entre ellas: siempre criticando, siempre exigiendo la inclusión de autores canónicos y de reflexiones más profundas, olvidando el propósito recreativo de sus reuniones.

No podía ser de otra manera: La culpa recae invariablemente en el que actúa. Y, tanto en el imaginario de la novela, como aún en el de muchas personas, para actuar sería obligatorio ejercer un rol masculino.

País y año: Perú, 2016
Editorial: Planeta
Páginas: 153
Precio: S/.35

 


Ilustración de Romanet Silva

 

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