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Hay un antes y un después del 8 de marzo de 2017. Por un lado, porque más de 50 países se sumaron a un histórico paro en el día de la mujer trabajadora. Por otro, porque este acontecimiento mundial tuvo raíces latinoamericanas, en concreto, el Ni Una Menos de Argentina. Es lógico que en esta parte del mundo las mujeres estén más enfadadas: más de la mitad de los feminicidios mundiales se cometen en Latinoamérica. ¿Es lo mismo ser feminista en el norte y en el sur?
La consigna “si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras” aspiraba a una visibilización de los feminicidios pero también de las tareas domésticas no remuneradas o la brecha salarial. El paro 8M constituyó, sin duda, un espaldarazo para el feminismo internacional, quizá más importante para la cohesión del movimiento que como impacto económico real en esa jornada. Pero que puso en evidencia que las mujeres alrededor del mundo tenemos demandas en común. ¿Alguien duda todavía si el feminismo ha venido para quedarse? ¿Alguien creía que éramos algunas pocas lesbianas machonas, ex novias despechadas, o niñatas haciendo ruido? Somos ellas, y somos más.
La boliviana María Galindo afirmaba en cambio, frente a este movimiento compartido, que el Ni Una Menos no es exportable. “Es verdad que las fronteras no existen y que el feminismo es una lucha internacionalista sin fronteras. Eso es muy cierto, pero eso no quiere decir que adoptes una consigna para camuflar la propia incapacidad de generar un proceso con identidad política propia”. Galindo vincula feminismo y territorio, que si bien es un factor fundamental, cabe preguntarse si existen otros factores que lo sobrepasen. Que mujeres de 50 países salieran a la calle plantea, al menos, una duda razonable.
En cualquier caso, lo que resulta cada vez más evidente es que Latinoamérica está construyendo un feminismo a su medida. El hecho de que otros países lo tomen como modelo, sea o no para “camuflar la propia incapacidad”, es una muestra más de la fuerza del movimiento. Latinoamérica está atravesada por el machismo, sí, pero las latinas son mujeres de armas tomar.
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Pero recordemos de nuevo que Latinoamérica está matando a sus mujeres. En esta región, encontramos siete de los diez países con la tasa más alta de asesinadas por violencia machista. La tasa de violaciones en el Perú es del 28.35% quien ya no es el primer país, sino el segundo por detrás de Bolivia en denuncias por violación. Sólo el 5% de las víctimas en Perú denuncia el delito, ante las autoridades.
Con estos datos en una mano y en la otra, un ejemplo como el de Islandia, que acaba de ser el primer país en prohibir por ley la desigualdad salarial, ¿podemos hablar de una sincronización mundial de los feminismos? Países como Suecia o Dinamarca, que ocupan titulares por ser de los mejores países del mundo para ser mujer, también se sumaron al paro del 8 de marzo. ¿Una sueca y una peruana son iguales cuando salen a la calle?
De Europa y otros países no sólo nos distancia el grado de violencia –de los 25 países más violentos del mundo, 14 se encuentran en Latinoamérica– sino también la ya citada desigualdad salarial. Las mujeres europeas ganan un 16.1% menos que sus pares masculinos, mientras que en América Latina, las mujeres ganan entre el 66% y el 48% del salario de un hombre. Los países que lideran el desarrollo económico de la región no son necesariamente los líderes en la reducción de la brecha de género. Brasil, Chile y Argentina son los países con menos igualdad de género en los sueldos, mientras que Venezuela, Honduras y Ecuador son los más igualitarios.
Sin embargo, no está de más anotar que un hombre tiene el doble de posibilidades de tener “un buen trabajo” en cualquier país del mundo.
¿América Latina grita más alto porque sus problemas son más graves? Quizá, pero el resto del planeta tampoco es un edén
A pesar del número de mujeres presidentes, el machismo permea la cultura en la región. En un estudio de 2013, los latinoamericanos fueron los menos proclives a pensar que las mujeres son tratadas con respeto. Sólo el 35% de los encuestados en 22 países opinaron que sí, la mitad que en cualquier otra región del mundo. Perú y Colombia fueron los que menos creen que las mujeres reciben un trato digno: sólo uno de cada cinco adultos dijo que sí.
¿América Latina grita más alto porque sus problemas son más graves? Quizá, pero el resto del planeta tampoco es un edén. Según datos de Naciones Unidas, el 35% de las mujeres en todo el mundo, han experimentado violencia física y/o sexual en algún momento de sus vidas. Es decir: una de cada tres mujeres conoce –conocemos– las agresiones machistas en primera persona. En algunos estudios nacionales, este porcentaje se eleva al 70%.
Se estima que de todas las mujeres víctimas de homicidio en 2012, casi la mitad fueron asesinadas por sus parejas o familiares. Una cifra brutal especialmente si la comparamos con los hombres asesinados en las mismas circunstancias, menos del 6%. Para los cínicos que dicen que los hombres también sufren violencia doméstica, sí, pero su caso no alcanza proporciones endémicas.
Finalmente, el 43% de mujeres de la Unión Europea han experimentado alguna forma de violencia psicológica por parte de una pareja en algún momento de sus vidas. No existen estudios similares aplicados a otras partes del mundo.
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Quizá los movimientos no se pueden exportar, pero las mujeres tenemos problemas comunes aquí y en la China (les daré una pista: empieza por “pa” y acaba por “triarcado”). Frente a la opinión de Galindo, un grupo de activistas entre las que figuraba Angela Davis, firmaba un artículo en The Guardian llamando al paro de 8 de marzo, no sólo como una oposición a las políticas de Trump en Estados Unidos sino una llamada a un feminismo “para el 99%” iniciado en otras partes del mundo, remarcando de nuevo, la herencia directa del Ni Una Menos argentino:
“Lo que resulta sorprendente de estas movilizaciones es que muchas de ellas combinaron la lucha contra la violencia machista con la oposición a la precarización del trabajo y desigualdad salarial, mientras se oponen a la homofobia, la transfobia y las políticas de inmigración xenófobas. Juntas, anuncian un nuevo movimiento feminista internacional con una agenda extendida: antirracista, anti-imperialista, anti heterosexista y anti neoliberal al mismo tiempo. Queremos contribuir al desarrollo de este nuevo y más expansivo movimiento feminista”.
Si bien el paro del 8 de marzo fue convocado por ese lado del mundo, de mano de iconos como Angela Davis, este momento en la historia del feminismo internacional invita a una reflexión más profunda sobre el privilegio que pueden tener las mujeres del primer mundo. Es decir, estas feministas no solo le dieron un saludo a la bandera mencionando a las feministas argentinas, sino que son conscientes de la transversalidad del movimiento, de las demandas y de los problemas de las mujeres en el mundo.
Gráfica por Estefani Campana