El miércoles por la tarde, miles de brasileras tomaron las calles, ocupando edificios del gobierno y protestando en las avenidas principales. En Río de Janeiro, un grupo de acróbatas en zancos, vestidos con faldas moradas y espumillones plateados, se elevaba sobre la multitud de mujeres en la asamblea celebrada en la iglesia dieciochesca de la Candelária. Marcharon por el centro histórico al ritmo de tambores y cantando “Alerta, machista, América Latina será toda feminista”
En Perú, las mujeres pararon toda actividad durante una hora, “La hora M”, la hora de las mujeres, para destacar “las más invisibilizadas y menos valoradas” tareas domésticas que las mujeres realizan en su día a día. Y en Buenos Aires, Argentina, fuentes activistas estimaron que 300.000 personas protestaron en contra de los feminicidios en Latinoamérica.
Todas participaban en el Paro Internacional de Mujeres, un día de resistencia que tuvo lugar en más de 50 países. Se convocaba a las mujeres a detener cualquier forma de trabajo —pagado y no pagado, formal y doméstico— como forma de lucha contra la violencia de género, la desigualdad económica y educativa, y la falta de control sobre sus cuerpos.
Pero el paro no surgió de la noche a la mañana. Organizadoras feministas en todo el mundo han empleado meses en planificar y trazar estrategias. La semana pasada, mujeres de unos 25 países participaron en una llamada Skype de cuatro horas para discutir la organización de los esfuerzos en sus países y buscar vías para establecer lazos de solidaridad.
En la víspera del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, hablamos con organizadoras del paro en Brasil, Argentina y Perú, que han preparado el evento de manera local, en colaboración con mujeres de todo el mundo. Las entrevistas dejaron entrever un esfuerzo coordinado para construir un movimiento global que lucha por los problemas específicos en cada país, al tiempo que forman alianzas internacionales. Las entrevistas también dejaban claro que el paro es parte de un proceso a largo plazo, uno que incluye encuentros locales y asambleas en las ciudades, para construir un movimiento feminista democrático capaz de responder a los avances conservadores y los ataques a los derechos fundamentales de las mujeres.
La semana anterior, en una noche lluviosa en Río de Janeiro, unas 70 mujeres se apiñaron en un refugio LGTB cubierto de graffitis llamado Casa Nem con motivo del cuarto y último encuentro de planificación del Paro Internacional de Muejres. Las mujeres que salieron a retar las concurridas calles de Río y los peligros de la ciudad después del atardecer eran diversas: negras, blancas, estudiantes, mujeres trans, profesoras de universidad, representantes sindicales, activistas históricas y activistas recién llegadas, mujeres que habían viajado durante horas desde la periferia. En aproximadamente tres horas de reunión, las mujeres debatieron sobre la estrategia para el paro: qué monumentos históricos recorrer, cómo llegar a más mujeres pobres y de clase obrera, opciones simbólicas para mujeres en riesgo de ser despedidas, y vías para fortalecer las alianzas internacionales.
Las mujeres parecían, al mismo tiempo, enfadadas, exhaustas y enardecidas. En Brasil, el aborto es ilegal, un gobierno conservador está forzando medidas austeras que según las activistas afectarán a las mujeres de manera desproporcionada, y la violencia contra las mujeres es constante.
A pesar del aluvión de feministas que participaron en la organización del Carnaval de este año, una mujer señaló que más de 2000 llamadas fueron realizadas a la policía de Río para denunciar actos de violencia contra las mujeres. En otras palabras, cada cuatro minutos durante los cinco días de festividades, una mujer en Río fue atacada. La energía en la sala cambió mientras la urgencia de la marcha se hizo evidente.
“La prioridad número uno es luchar contra la violencia machista. No hay otra opción”, la organizadora brasilera Mariana Bastos nos decía en una entrevista en portugués antes de la reunión de planificación. “En las dos horas que hemos estado aquí sentadas conversando, una mujer ha sido asesinada en este país”.
Bastos se hace eco de las preocupaciones de muchas líderes feministas en la región. Siete de los diez países con el mayor número de feminicidios en el mundo están ubicados en Latinoamérica: Brasil es el quinto en la lista. Una mujer en Brasil es violada cada 11 minutos, si bien un estudio del gobierno estima que sólo el 10% de las violaciones son denunciadas ante la policía.
El que quizá sea el movimiento feminista más conocido en Latinoamérica en los últimos años, el #NiUnaMenos de Argentina, inició las protestas en junio de 2015 después de que el cuerpo de una niña de catorce años embarazada fuera encontrado enterrado en el patio de su pareja. En octubre del año pasado, el colectivo #NiUnaMenos convocó una hora de paro de mujeres y protestas masivas tras del espantoso crimen de Lucía Pérez, de 16 años, quien fue secuestrada, drogada, violada y torturada por un grupo de hombres. Fue “la chispa que prendió todo” dijo la organizadora argentina Lucía Sangiorgio en una entrevista. Miles de mujeres salieron de sus trabajos y sus escuelas, y fueron apoyadas por protestas en México, Bolivia, Chile y Uruguay, que marcharon en solidaridad.
“Vi feministas en toda América Latina movilizarse en una sola semana para armar un paro”
Las mujeres brasileras también tomaron las calles el año pasado después de que una joven de 16 años en Río de Janeiro fuera violada en grupo por más de 30 hombres, quienes después postearon un video en Twitter. Pero Bastos observó que el movimiento feminista en Brasil estaba entonces desconectado de las protestas en torno a la horrorosa muerte de Pérez en Argentina. “Vi feministas en toda América Latina movilizarse en una sola semana para armar un paro”, escribió Bastos en Facebook después de ver la erupción de las protestas #NiUnaMenos -muchas sólo para desahogarse- y alentando a las mujeres brasileras a mirar a sus vecinas en Argentina que tienen “unas estrategias tan poderosas e incisivas para tomar las calles”. El post fue compartido miles de veces, y Bastos cree que fue la barrera del lenguaje, más que una falta de interés, lo que impidió una solidaridad expansiva en la región. Creó una página en Facebook, “Hermanas”, en un esfuerzo para crear alianzas entre el movimiento feminista brasilero y el resto de América Latina.
Hacia el final de octubre de 2016, feministas polacas, que también convocaron un paro antes en ese mes en contra de la prohibición del aborto, invitaron a surcoreanas, rusas y argentinas a organizar un paro el 8 de marzo. En menos de dos semanas, recuerda Bastos, había organizadoras de más de 30 países (muchas de esas organizadoras feministas también ayudaron a planificar las marchas de mujeres del 21 de enero en todo el mundo).
Las organizadoras, en esa reciente reunión vía Skype, estaban estupefactas por el espectro de problemas que las mujeres enfrentan en todo el mundo. “Encontramos que en Tailandia, la dictadura no permite a las mujeres salir a protestar”, dijo Bastos. “Mientras, en Suecia, prácticamente todas las demandas son consideradas, pero marcharán en solidaridad con otras mujeres en todo el mundo”.
Los planes para el paro ganaron adherencia en Estados Unidos después de la Women’s March, cuando Angela David, y otras feministas preeminentes, publicaron un artículo de opinión en The Guardian demandando “un feminismo para el 99%”. Las autoras, reconociendo los orígenes polacos y latinos del paro, escribieron que estamos viendo “un nuevo movimiento feminista internacional con una agenda extendida: anti-racista, anti-imperialista, anti-heterosexista y anti-neoliberal, al mismo tiempo”.
Mientras organizan una red internacional, las organizadoras trabajan para armar un movimiento en la ciudad y a nivel federal. Sangiorgio, la organizadora argentina, incidió en la importancia de organizar asambleas, no sólo para preparar el paro en sí, sino también para trabajar en lo que viene después. Las asambleas son “el corazón de nuestro movimiento” y requieren “la participación abierta de todas las mujeres en la toma de decisiones”, expresó. Con motivo del Paro Internacional ya celebrado, las asambleas reunieron a 300 mujeres y activistas, enfocadas en involucrar a aquellas con menor experiencia política. Los activistas estiman que 300.000 personas participaron en las protestas de la capital argentina, y las intervenciones incluyeron la participación de Nora Cortiñas, co-fundadora de las “Madres de Plaza de Mayo”, una asociación de madres de hijos desaparecidos durante la dictadura de 1974 a 1983.
En Lima, las organizadoras llamaron a un paro de una hora al medio día para colocar el acento sobre las labores domésticas de las mujeres, incluyendo cocinar, limpiar y educar a los hijos. La organizadora Jill Ruiz opinó que el paro ofreció un “medio simbólico para visibilizar la labor y contribuciones que realizan las mujeres a la sociedad”, y fue seguido por protestas en la tarde en Lima y en otras nueve regiones en Perú en contra de la violencia sexual, social y económica.
En adición a las demandas para legalizar el aborto y terminar la violencia contra las mujeres, las protestantes en Brasil se oponen a las reformas federales de las pensiones y afirman que dañarán a las mujeres de manera desproporcionada, cuyas tareas domésticas o pagadas no cuenta como trabajo. En Río, disienten del recientemente elegido alcalde Marcello Crivella, un obispo evangélico que afirmó que “las mujeres deberían obedecer más a los hombres” porque vienen de su costilla, y el congresista y candidato presidencial para 2018 Jair Bolsonaro, que una vez dijo de una compañera que no “vale la pena violarla, es demasiado fea”.
“El hombre que no pega a su mujer en casa cree que puede pegar a las prostitutas trabajando en las calles de Río de Janeiro”
El lugar de encuentro del jueves, Casa Nem, es un refugio que funciona a través de donaciones, que acoge principalmente a mujeres trans, y que ofreció un recordatorio simbólico sobre la importancia de las redes de solidaridad y la urgencia de colocar los problemas de las mujeres más vulnerables en primer plano, particularmente tras el viraje a la derecha en Brasil. “Sólo hablamos de las muertes de ciertas mujeres y olvidamos las muertes de las mujeres trans, que son invisibles en los medios”, afirmó Hariane Maia, autodenominada militante de 18 años que vive en Casa Nem. “El hombre que no pega a su mujer en casa cree que puede pegar a las prostitutas trabajando en las calles de Río de Janeiro”.
Al igual que Estados Unidos, Brasil es un enorme país descentralizado, lo cual, dice Bastos, crea retos y oportunidades para organizarse “Creo que por primera vez estamos empezando a articular nuestras demandas a nivel nacional”, dijo, añadiendo que quizá “el mayor legado del paro sean estas alianzas que estamos construyendo entre ciudades y estados, y a un nivel regional y transnacional”. Aproximadamente 80 ciudades en todo Brasil participaron en las marchas, desde pequeñas ciudades con poblaciones por debajo de los 100.000 habitantes, a la capital nacional en Brasilia, y la mega-ciudad de Sao Paulo.
En las protestas en Río de Janeiro, jóvenes portaban carteles diciendo “Dejen de matarnos” y “¡Ni Temer ni Trump! Mujeres contra el retroceso de nuestros derechos”. Eloisa Monteiro, profesora de escuela, no pudo unirse al paro, pero dedicó ese día a enseñar a estudiantes de 12 años la importancia del Día Internacional de la Mujer. Acerca de sus razones para asistir a las protestas de la tarde, suspiró y dijo “Simplemente son muchas”. Monteiro añadió que el golpe contra la expresidenta Dilma Rousseff, la primera mujer en la presidencia de Brasil, impugnada el años pasado, fue “un golpe contra todas las mujeres brasileras. Esos políticos corruptos no podían dejar que una mujer como Dilma continuara gobernando”. Mientras, en un discurso el día anterior sobre el papel de la mujer en la economía, el impopular -y no electo- presidente Michel Temer destacó que nadie mejor que las mujeres para identificar anormalidades en los precios del supermercado.
Pero Marielle Franco, una recién elegida concejal negra nacida en la favela de Maré, y que se ha convertido en un icono feminista en Río, afirmó que no se debe perder la esperanza frente a la ola conservadora, y que urge que las mujeres continúen construyendo movimientos locales progresivos. “Hay conservadurismo, y también hay resistencia. Si alguien dice que los problemas de las mujeres son secundarios, pondremos a miles de ellas en las calles”.
Bastos, durante la protesta, enfatizó que el trabajo no termina con el paro. “El 8 de marzo es la punta del iceberg”, explicó. “Es la parte visible de un proceso que está sucediendo bajo la capa superficial”. Mientras Bastos marcha con las mujeres de Río de Janeiro, piensa en sus compañeras organizadoras en todo el país y el mundo participando en este día de resistencia y solidaridad. “No necesito chequear mi celular o esperar a las noticias para saber que este fue un día histórico”.
Texto publicado originalmente en Jezebel, léalo en su versión original aquí
Traducción de Ana Muñoz / Gráfica por Estefani Campana